Partí tempranito a tomar el bus para Kalaw, el problema es que la garganta me había empezado a molestar. Los buses acá tienen la gracia que cada cierto rato paran en el camino, para que puedas pasar al baño y comer algo. Y este bus no fue la excepción.
Después d como 6 horas o quizás más, llegué a Kalaw, que es un pueblito de donde se incia un trekking a Inle Lake, de dos, tres o cuatro días. Yo aún no tenía idea cuando iba a partir, sólo tenía el nombre de la guesthouse donde se quedó Sarah, así que rechacé como 3 veces a un hombre que me ofrecía ir a otra Guesthouse (que quedaba en el camino a la que quería ir yo): primero cuando me bajé del bus, después en el camino y por tercera vez cuando ellos iban llegando a su guesthouse, y fue ahí cuando escucho una voz del más allá: “Margaritaaaa!!!”. Los chilenos (que conocí en Indonesia y volví a ver en Tailandia y que les grité desde la micro en Bangkok como huasa), estaban quedándose en el lugar que yo había rechazado, así que volví y estos hombres se reían de mí. Al final contraté el mismo trekking que ellos, y se terminó formando un grupo muy entretenido: ellos 4, dos alemanes con los que están viajando, una israelita, un gringo y otro chileno más que conocimos al día siguiente. En teoría teníamos que ser dos grupos, pero nos dejaron ir todos juntos, igual teníamos casi dos guías: Sena y el aprendiz Akash.
Al día siguiente partimos todo el grupo, y yo empezando un resfrío. Los paisajes son muy lindos, muuucho verde y se puede ver que acá cultivan en todo lugar, todos los cerros plantados con algo, y siempre se ve a la gente trabajando el campo. El primer día hubo harta subida, pero dentro de todo se puede decir que es una caminata relajada: si yo resfriada lo logré, se puede hacer! Esa noche nos quedamos en una homestay y fue entrete, estos chilenos andan con instrumentos musicales, por lo que hicimos una minifogata y nos pusimos a cantar, lo mejor fueron los niños tratando de tocar los instrumentos. Acá como todo funciona con la luz del sol, tuvimos que bajar el volumen muy temprano, pero estuvo bien, porque la levantada al día siguiente era a las 6:30 (valooor!!!)

Partimos nuestro segundo día, con casi los mismos paisajes, y seguía llamándome la atención que los campos más que nada son trabajados por las mujeres. Y eso que nuestro guía nos explicó que esto se debe a una leyenda, me cuesta entender en mi mente occidental que la gente realmente crea en estas leyendas. Igual es interesante. Este segundo día, en cuanto a camino no era más complicado que el del día anterior, pero mi resfrío era peor, creo que hasta fiebre tuve, que se curó con un buen te de jengibre. Esa noche la pasamos en un monasterio, dormíamos todos en el edificio principal. Fue muy choro ver y escuchar a los monjes rezar. Más que nada eran niñitos y un par de monjes adultos. Lo bueno/malo es que esa noche era la “No moon night”, y junto con la noche de luna llena son los días que la gente del pueblo viene a las 4 y a las 5 de la mañana a traer sus ofrendas. Y bueno, nosotros estábamos durmiendo en el edificio principal, así que imposible no verlo o escucharlo. Venían muchas señoras muy alegres con sus ofrendas de flores y arroz. Igual traté de seguir durmiendo, pero no fue lo mismo. Desde este día estuvimos compartiendo harto con otro grupo: 2 catalanes, una argentina y una española. A la argentina (Aguchi) y la española (Irene) las seguimos viendo, muy simpáticas!

Este era el tercer y último día de trekking, debo decir que fuimos super afortunados con el clima, porque no nos tocó ni lluvia ni sol, lo que habría sido incómodo para caminar. Sólo nos tocó un poco de sol al final del este día. Después de almorzar llegó el minuto de despedirnos de nuestros guías y partir con el paseo el bote que nos llevaría a nuestro destino final. En este paseo pudimos ver cosas típicas de acá: cómo hacen unos cigarros que fuman acá, unos telares que hacen las señoras de cuello largo (parte de la leyenda que nos contó nuestro guía), como manejan el bote con los pies y unos jardines flotantes: plantaciones de tomate en el agua.

Al día siguiente los chilenos y los alemanes se fueron a Bagan y yo decidí quedarme un día mas descansando, en verdad estaba agotada y el resfrio no mejorada, así que me compre una especie de trioval local (de cómo 20 centavos) y empecé a sentirme mejor. Y finalmente parti a un viaje de 15 horas en bus el martes 26 en la tarde hacia Hsipaw, lugar que muchos viajeros me recomendaron. Partí con Daya (la israelita) y Benja (el otro chileno).
Quiero agradecer a todos los fotógrafos, porque en verdad me dediqué a disfrutar del paisaje y el último día en Inlay le pedí las fotos a todos: Diego, Julián V, Oli y Florian y a David.