Puedo decir que en los 5 meses que llevaba viajando nunca tuve miedo de nada ni de nadie… hasta Marrakech. Voy a aclarar que al día siguiente se nos pasó todo el susto y hasta nos reíamos porque no eran para asustarse las calles. Bueno acá va la historia:
Llegamos al aeropuerto de noche, por lo que el bus público ya no estaba funcionando y para irse al centro de la ciudad la única opción era taxi. Nos habían dicho cuanto nos debería salir más o menos un taxi pero no nos dijeron que existía una “tarifa nocturna”, en la que se agrega el 50%, así que nosotras peleando con el taxista para que use taxímetro o bien nos cobrara lo que nos habían dicho. El problema es que había solo una “marca” de taxis de en el aeropuerto así que no nos fue tan bien, al final aceptaron llevarnos por menos, pero no nos dejaron donde queríamos (nuestro hostal quedaba en la medina, que es la parte antigua de la ciudad por lo que es peatonal), así que nos dejó en una de las primeras entradas, que no era la más cerca. Y justo cuando nos bajamos mágicamente apareció un chico que podía decirnos como llegar, no nos quedó otra, porque el taxista se fue y nosotras estábamos sin internet ni nada y las medinas pueden ser bastante laberínticas. Así partimos muertas de susto a seguir a este hombre, que resultó ser buena onda aunque un poco patudo para pedir la propina, en esos momentos pensé: “hasta aquí llegamos”, pero nos dejó en la puerta del hostal. Después de instalarnos salimos a recorrer un poco y dimos vuelta por la plaza principal de la medina. Se me había olvidado contarles, que camino al centro nuestro súper taxista atropelló un perrito o gatito, ya no me acuerdo mucho pero fue terrible!!

Al día siguiente fue todo mucho mejor, lo que parecía oscuro y feo resultó ser lindo y distinto, así que comenzamos a recorrer Marrakech con otros ojos más positivos. Al primer lugar que fuimos fue la plaza D’Jemaa El-Fna y desde ahí nos perdimos en la parte antigua: entre mezquitas y Souks, que son los mercados típicos. En una de esas perdidas conocimos a Moustafa y Monsiff y tuvimos una conversación súper interesante con ellos, especialmente con Moustafa. Ambos son musulmanes, la diferencia que uno era estricto en todo y el otro era más flexible para algunas cosas (tragos, cigarro, relaciones antes del matrimonio). Intercambiamos ideas y con la Fran tratamos de preguntarle hartas cosas, como para entender un poco su religión y cultura.


Al día siguiente recorrimos la parte moderna de la ciudad y fuimos al Jardin Majorelle, un jardín hecho por un francés, Jacques Majorelle, y posteriormente comprado por Yves Saint Laurent. Un lugar lindo, pero en el que hay que pagar y creo que quizás hay otros jardines y parques más lindos en Marrakech que no tuve la oportunidad de conocer. Después de eso nos refugiamos en tiendas porque se largo a llover con todo! Así que un poco de vitrineo no estuvo mal.
Algo interesante de Marruecos es el te: generalmente si alguien te ofrece te es para ser un buen anfitrión y no te va a cobrar, incluso es de mala educación rechazarlo (ojo: lo toman ultra dulce allá). La primera noche que salimos a recorrer alguien nos invitó un té y nosotras cachando cero y todavía un poco espirituadas lo rechazamos. Al día siguiente conversando con la gente local nos explicaron que desde el punto de vista social demuestra cortesía y hospitalidad de parte del dueño de casa hacia el huésped.

En cuanto a las comidas probamos dos de los principales platos, el tagine y una pastilla. El tagine es originalmente un plato Berber (gente originaria del desierto de Marruecos), y su nombre viene de la forma del plato en que es servido. Generalmente tiene trozos de carne, pescado o ave, además de verduras (papas, zanahoria, tomates, etc), todo esto acompañado de varios condimentos como jengibre, azafrán, canela, etc. Tradicionalmente se come con la mano y acompañado de pan (parecido al pan pita o indio, no el típico que comemos nosotros). La pastilla en cambio tiene su origen en Andalucía y los árabes de ahí lo traspasaron a Marruecos. Es más que nada una especie de pastel de carne, originalmente de pollo, que combina sabores dulces con salados: es una masa rellena de la carne elegida, quizás lo más similar que tenemos nosotros es una empanada.

Me gustó este primer encuentro con la cultura marroquí, algo distinto a lo que había visto en Asia, otro tipo de cateteo, mucho más intenso a la hora de querer vender algo pero si te das el tiempo son gente muy buena onda. Todos mis nervios de viajar sola a ese país desaparecieron y me di cuenta que si eres mujer viajera, más que peligroso, es molestoso andar sola, porque son super insistentes y un poco patudos (si les das la pasada).
Ita¡¡ esta parte del susto no la habías contado…. Te felicito por tu valentía y tus ganas de conocer todo. Un abrazo